Finalmente se casaron y resultó que la mujer trajo de regalo de boda un niño y una niña ya adolescentes. Ambos eran fruto del trabajo en forma de labor social que desempeñaba su madre y su padre biológico era (tal y como dijera la virgen María) el espíritu santo. Lorenzo “Burro”, en un gesto de amor incondicional a la que ya era su esposa, reconoció al par de churumbeles como propios, por lo que hoy se seguirán apellidando Martín en recuerdo del señor de pueblo al que un tiempo llamaron papá.
Los primeros meses del año y medio escaso que duró el negoció fueron fantásticos para Lorenzo “Burro”. Su señora abandonó el oficio y ambos se dedicaron sañudamente a comerse los ahorros de toda la vida de Lorenzo “Burro” (según mis estimaciones unos ocho o diez millones de las antiguas pesetas). Su historia fue como el final del El Jugador de Dostoievski cuando la gabacha despluma al protagonista (si no te has leído el libro te jodes que te he destripado el final). Lorenzo “Burro” vivió un tiempo feliz que nunca antes tuviera con mudanza de LT a una pequeña ciudad próxima, viajes a la patria de la mujer a por hachís (estos los hacía ella sola con el dinero de él, por lo que quizás no llegase a pasar nunca de Badajoz para abajo y se quedase con la plata)... Juntos vivieron placeres vulgares de un standing ínfimo (únicos que conocía señora de tal calaña) hasta que, como he dicho antes, se acabó el dinero.
Cuando esto sucedió ella empezó a mostrarse díscola y rebelde. Lorenzo “Burro” intentó mil argucias, empleos y negocios para sacar caudal con que alimentar a su (económicamente hablando) voraz esposa y con ello salvar su matrimonio. El más llamativo de estos oficios que conociera LT fue el de vendedor de enciclopedias, ironía extrema en un homúnculo tan analfabeto como Lorenzo “Burro”. Evidentemente todos estos intentos fracasaron.
Finalmente a Lorenzo “Burro” se le ocurrió la brillante idea de que su mujer volviera al redil del placer de pago con él mismo en el papel de proxeneta. Ese fue el tiro de gracia de la relación. Y no por que su mujer se hubiese vuelto “decente” (¡cuantas veces se confunde este término con los de remilgada, estrecha, hipócrita, beata...!) y no quisiera volver a ejercer, cosa que luego haría y seguirá haciendo, o no, la señora. El caso es que puestos a sindicarse en este negocio mejor hacerlo con profesionales. En este sentido Lorenzo “Burro” no le llega a suela de los zapatos a cualquier europeo del este.
Inevitablemente acabaron separándose. Cosa que hicieron (según diría después Lorenzo “Burro”, aunque no con estas palabras) sin ningún sentimiento especial de cariño u odio. Cada cual tiró por su lado y en el fondo como si no hubiera pasado nada. Aún hoy, y ya ha pasado tiempo, Lorenzo “Burro” se refiere a ellos como “mi mujer” y “mis hijos”.
4 comentarios:
Fíjate que al final hasta me ha parecido ver ciertos paralelismos con la Pantoja, sólo le hubiera faltado a este hombre ser el alcalde. Al fin y al cabo, visto lo visto, para eso tampoco hace falta tener demasiadas luces, no??? jejeje.
Muy bueno becario ;-)
¿Estos personajes de dónde están sacados? ¿Existen realmente? Mola, porque parece que los estoy viendo a través de una rejilla...
Saludos.
los personajes existen realmente y las historias son veridicas. A veces se les cambia el nombre y se puede decir que me centro en los aspectos más llamativos de la historia (cosas del tirón publicitario), esas son las únicas "manipulaciones" que se hacen. Muchas gracias por seguir la sección y por vuestros comentarios de apoyo.
Oye becario... ¿Quién le ha dado permiso para opinar sin nuestro consentimiento? jejeje Nos vemos en breves, pero hablaremos antes... Un saludo¡¡
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